LOS DOLORES DE CABEZA DE UNA MUDANZA MAL PROGRAMADA
Muchas de las preocupaciones que abundan en nuestra cabeza a la hora de querer empezar desde cero en otro lugar o, simplemente, al desear cambiar de domicilio se resumen en el tortuoso trabajo de empacar y trasladar nuestras pertenencias, y más aún si el destino es remoto en cuanto a tiempos y distancias.
Y esto se debe, en principio, al temor de que algunos objetos de carácter delicados puedan estropearse o llegar en mal estado debido al acarreo constante de la mudanza, ¿Cuán simple sería si pudiéramos contar con la garantía de que todas nuestras pertenencias pudieran llegar en buen estado? ¡Sería magnífico!
En situaciones más o menos parecidas, a menudo, tenemos la cabeza dividida en miles de asuntos pendientes, no sólo para dejar todo en perfecto orden cuando partamos de nuestra residencia actual, sino, también, cuando estemos instalándonos en nuestra nueva vivienda. Estas preocupaciones son de carácter esencial, y con frecuencia, más de uno ha experimentado algo parecido. Como no existe un cronograma específico para llevar a cabo semejante empresa, la mayoría de las veces terminamos sufriendo un estrés insuperable que nos supera, lo que, en última instancia, repercute en la correcta alimentación, en nuestras relaciones interpersonales e incluso en el buen descanso que amerita el sueño.
En relación con lo anterior, nuestra familia acaba siendo uno de los blancos más determinantes cuando los planes se salen de su carril, puesto que nuestra incapacidad de no poder controlarlo todo hace que la discusión y el desacuerdo formen los ejes centrales del diálogo y el trabajo en equipo. Y como toda historia que cuenta con un principio, un nudo y un desenlace, la odisea de la mudanza no acaba precisamente cuando se ha puesto todo en su lugar, sino que luego empieza otra nueva etapa: la adaptación.
Volver a reanudar la rutina de antes es un desafío imperioso para cada uno de los integrantes de cada familia. Es indispensable que exista un acuerdo de antemano en cuanto a la división de tareas para sobrellevar este proceso de adaptación, que, por lo regular, no estima más de dos semanas a un mes. Algunas veces, los integrantes de la familia se ven desanimados por el cansancio acumulado y las noches en vela, y como se dijo anteriormente, la alimentación es una de las rutinas que más se ve afectada tras esta diligencia, no sólo en cuestión de calidad, sino también en los horarios, lo que permite que el desgaste físico y emocional alcance niveles de desgana que pueden estropear los objetivos o propósitos comprendidos dentro de aquel cambio radical de vida.
Una logística es imprescindible para la eficacia de este ejercicio dinámico, el cual está lleno de incertidumbre, angustias, imprevistos y preocupaciones. Por ello, programar, organizar y estimar los tiempos de cada actividad necesaria es una herramienta fundamental para no desgastarse en el proceso a través de soluciones improvisadas o de ideas a la deriva. Panamapir se encargará de cargar con todas estas responsabilidades y todas tus preocupaciones para que vivas la mejor experiencia en tu nuevo destino.